9.11.06

mis poemitas feos



la cosa se puso mala, de repente. mis miedos más grandes, esos que mantenía cerca pero sentía lejos, se convirtieron en una realidad espantosa: no pasé mis exámenes calificativos. válgame dios, fue lo único que pude pensar cuando me enteré, y eso solamente porque estaba ebrio. mi jefe se jactó de la persona más agradable del mundo en el proceso, ya que se lo dijo a todos primero, y después a mi. gracias. no solo tengo que lidiar con ser una vergüenza para mi mismo, sino que tengo también que responder a la vergüenza de que los demás sepan.

tuvo que venir una rumana a decirme, entre copas, “sorry honey, next time for sure”. y me supo a mierda. y me sigue sabiendo a mierda. y me sabrá a mierda por siempre.

esta mañana, después de someterme a episodios intercalados de abuso al alcohol y antidepresivos, me propuso ir a buscar la famosa carta que me tiraría la ya sabida mala noticia, pero con más detalles. la tomé y la puse en mi bolsillo hasta llegar a un lugar lo suficientemente lejano como para que nadie me viera llorar, cosa que he estado haciendo constantemente. y la abrí, y para mi sorpresa, en vez de estar triste me puse furioso. furioso porque esa carta decía “el ruso” en cada instancia, en cada oración, en cada letra. y pude ver su sonrisa a medias, esa que siempre me da para probar su dominancia aria.

la carta decía que yo no sabía cosas que debía saber, pero que gracioso el hecho que nadie las sabe. también declaraba, a manera de eufemismo condescendiente, que el departamento estaba emocionado por los resultados prometedores de mi investigación. no se a que resultados se refieren, porque mi proyecto va de mal en peor. me gustaría que me dijeran cuáles son esos consabidos resultados. tal vez habían usado ácido al escribir la carta, o tal vez esperaban que me tragara ese estúpido elogio en un intento de evitar mi suicidio.

y hablando de suicidio, esta historia es graciosa. hace tres días me quemé la muñeca planchando una camisa. la quemadura tiene una remota semejanza con una herida suicida. nadie la había notado, hasta esta mañana. que cunda el pánico, el muchachito este se intentó quitar la vida. a nadie se le ocurrió preguntarme si estaba bien, pero si se les ocurrió decirle a mi jefe que tenía una “cicatriz misteriosa”. mi jefe, como todo gringo políticamente correcto, quería hablar conmigo, pero sólo después de su almuerzo de cinco estrellas. fue de esta forma que pasé una hora rascándome la herida para que se pusiera roja. fui a verlo y se puso bien nervioso, como que se supone que haga con un suicida. gracioso por demás, al menos para mi.

luego de esta increíble sesión de inmolación frente a mi jefe, me dirigí a la oficina del ruso. quería pedir una cita, no para cuestionar el resultado del examen, sino para entender cuáles son sus expectativas para el próximo round. pero me dijo, sin yo haberle dado los buenos días, que le no tenía nada que decirme, que por favor me fuera, que la carta decía todo. y fue ahí cuando entendí que el ruso me tiene miedo. o al menos eso me gusta pensar a mi. según las malas lenguas, mejor conocidas como sus estudiantes graduados, el ruso tiene la costumbre de destruir la gente a sus espaldas, pero carece del valor de enfrentarse cara a cara con una cucaracha. ese es otro chiste; así cualquiera es un cabrón.

a mí ni me va ni me viene. ya sufrí lo que planeaba sufrir por esto. ahora sólo tengo que figurarme que voy a hacer. tengo algunos planes. podría mudarme a buenos aires y ser mesero por el resto de mis días, lo que me daría tiempo para leer, ir a museos, y aprender a bailar tango. o podría vender artesanías blancas en las islas griegas. podría ser prostituto de alta calidad, un geisho culón latino que entretiene hablando de arte y literatura, aunque no se tocar un instrumento. bueno, se tocar uno pero no da música. podría mudarme a boston y ser un periodista científico, cosa que suena interesante pero la única experiencia que poseo en periodismo es haber sido el editor de un periódico estudiantil mediocre en mis años de secundaria.

podría, como dice ría, trabajar un “nine to five job” de químico sin phd y por las noches trabajar en una novela. tengo una idea para una novela sobre el ruso, porque ese ruso da candela en mi cabeza. lo odio pero lo encuentro interesantísimo, y más ahora que se que es un cobarde. tengo unas ideas para unos video performances macabros que a mi me gustan, de gente matándose y sangre virtual salpicando.

podría intentarlo otra vez, pero deja eso querida. me da jaqueca. o podría irme a jugar golf en mi país natal con mi jefe, que tiene de tradición ir al tercer mundo a gastar su dinero. me invitó después de mi intento suicida, porque el supone que juego golf porque hoy tenía una camisa cocodrilito.

la química apesta.

Etiquetas: