23.10.06

La noche que peleaste conmigo, de Jaime Bayly

este texto de jaime bayly apareció en el periódico correo, que se publica en perú. inevitablemente me recordó a mi mismo, saliendo con hombres que no me entienden y me pelean por todo. que los disfruten.

Cuando leímos en un periódico que los Pet Shop Boys darían un concierto en Miami, él dijo con ilusión:
-No me lo puedo perder.
Al día siguiente fuimos al teatro a comprar las entradas. En la camioneta -yo, con el aire encendido en 80 grados; él, bajando el aire de su lado hasta 70-, discutimos. Él me dijo:
-Si no quieres venir, no vengas. Yo voy solo.
-Me provoca acompañarte –respondí–. Me gustan los Pet Shop Boys. Cuando era joven, escuchaba sus canciones en Lima.
Él me miró inexplicablemente irritado y dijo:
-Contigo nunca se sabe. Nunca sé cuándo me dices la verdad y cuándo estás mintiendo.
Yo me quedé en silencio, sin argumentos para rebatir la acusación. Pensé: yo tampoco sé cuándo miento, son tantas mentiras que ya se me confunde todo.
El día del concierto amanecí fatal. Me dolía la cabeza. A duras penas podía estar en pie. Tuve que quedarme en cama. Él se enojó inexplicablemente:
-Siempre que tenemos un plan, te enfermas. Seguro que no vas a venir al recital.
Salí a comprar la comida. Discutí con una odiosa señora venezolana que criticó, impertinente, mi programa. No debí contestarle. Pero estaba enfermo y fatigado y caí en la trampa de decirle:
-No me diga que es “una crítica constructiva”, señora. Si no le gusta mi programa, no lo vea. Pero déjeme en paz. No me interesa su “crítica constructiva”. Y no sé qué es lo que construye su “crítica constructiva”.
Al volver a casa, me dio un ataque de tos. Él me miró disgustado y dijo:
-Otro enfermo más en la familia.
Dijo eso porque su hermana, con sólo veintinueve años y una hija pequeña, tiene cáncer.
Yo me quedé callado y volví a la cama. Al final de la tarde, me di una ducha y me vestí para el concierto. No podía estropear la noche. Me tomé dos coca colas y pensé, como los toreros, que Dios reparta suerte.
Llegamos puntualmente. No fue complicado encontrar parqueo. Tampoco tuvimos que hacer muchas filas para llegar a nuestros asientos en la mezanine. Enseguida fuimos al bar. Pedí dos copas de vino blanco californiano.
-¿Vas a tomar? -se sorprendió él.
-Sí -dije-. Creo que voy a emborracharme.
Hacía mucho que no tomaba. Pero estaba tenso, exhausto, maltrecho, y necesitaba escapar un poco de mi cuerpo y volver al pasado, a aquellas noches infinitas en que me agité felizmente, en compañía de unos amigos que ahora están lejos o que ya no están o que ya no son mis amigos, al ritmo de los Pet Shop Boys.
Fue un concierto memorable. Perdí la cuenta de las veces que regresé al bar por una copa más. No nos pusimos de pie, no bailamos, pero cantamos esas canciones eternas y nos miramos sonriendo y nos burlamos de algunos vecinos exaltados y sentí que todo estaba bien, que, gracias al vino californiano y a la magia de la música, había sido una noche feliz, a pesar de todo.
Entonces cometí un error: la banda se despidió, el público pidió aplaudiendo que volviera al escenario, regresaron como era previsible y, seguro de que, ahora sí, era la última canción de la noche, le dije:
-Yo voy saliendo. Te espero en la camioneta.
Él me miró irritado y dijo:
-¿No puedes quedarte hasta el final?
-No me gusta salir con todo el gentío. Prefiero salir ahora. Pero tranquilo, no te apures, yo te espero en la camioneta.
Me puse de pie y, para mi sorpresa, él salió conmigo. Bajando por las escaleras mecánicas, dijo:
-¿Quién te crees que eres, Susana Giménez? ¿No podías salir al final, como todo el mundo?
-Pero yo no te dije que salieras conmigo -me defendí-. Quédate, yo te espero afuera, no hay apuro.
Ya era tarde. Él estaba furioso:
-Tenías que malograrlo todo con tus caprichos de diva. Siempre hay algo que te molesta: el aire acondicionado, la gente, el ruido. Tenías que malograrlo todo.
Caminaba bruscamente. Yo tenía que apurarme para no perderle el paso. Le pregunté si quería comer. Dijo que no tenía hambre. Subimos a la camioneta. Seguíamos molestos. Él dijo:
-No te aguanto más. Me voy mañana a Buenos Aires. Hacía tiempo lo venía pensando.
-Nadie te obliga a quedarte. Eres libre. Haz lo que quieras.
-No puedo vivir con un tipo que está todo el día enfermo, en la cama.
-Lo siento. Pero yo no puedo fingir que no me siento mal sólo para hacerte feliz. Me sentía mal y aun así vine al concierto.
-No hubieras venido. Mejor hubiese venido solo.
-Es la última vez que voy a un concierto contigo. Siempre termino arrepentido.
-No vengas. Quédate en la cama. Pero por tus hijas sí haces cualquier cosa. Yo no quiero vivir con un hombre que tenga hijas.
-No te compares con mis hijas. Es un error. Son amores distintos.
-No te soporto más. Estás todo el día hablando de política. Te vistes todos los días con la misma ropa. No tienes amigos. No sales a ningún lado. ¿Crees que es divertido vivir contigo en ese aburrimiento mortal que es Key Biscayne?
Me quedé en silencio. Necesitaba una copa más.
Llegando a casa, cada uno se encerró en su cuarto. Pasé la noche desvelado, recordando cada momento de la pelea, cada palabra hiriente. Al día siguiente hubo gestos amables que atenuaron el daño, pero él hizo sus maletas, llamó un taxi y partió a Buenos Aires. Antes de irse, me abrazó y dijo:
-Si quieres, vuelvo en un tiempo.
Pero yo sentí que estaba mintiendo porque le daba pena verme llorar.
Cuando el auto negro se alejó, salí a comprar una botella de vino.

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2 Comments:

At 6:34 p. m., Anonymous Anónimo said...

Deja Vu (y no el de beyonce). estas seguro que esto ocurrio en miami y no en un maldito suburbio ?? me trae recuerdos, deberia decir amargos recuerdos de cuando vivia en el groove y bebia cada noche hasta quedar dormido. para nada saludable

 
At 1:13 p. m., Blogger cristóbal said...

sabes diego, esta historia me recordó a nuestra historia. yo siendo el viejo que se va antes, que se enferma en el peor momento, que pelea con la gente innecesariamente. y lo mas que me recuerda a nosotros, o los que digo que nosotros fuimos, es que ambos teníamos razón a nuestra forma: el viejo no podía evitar enfermarse, el joven no podía evitar molestarse. lo más que me sorprendió es que estos recuerdos me invadieron sin un carácter definido: no son ni buenos ni malos recuerdos. sólo son memorias, como las que tengo de estar en la escuela elemental: algo que pasó y no vale la pena pensar mucho en ello.

y te recuerdo que key biscayne es un suburbio de carácter geriátrico en miami. cualquier similitud con eventos de la vida real es pura coincidencia.

 

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