25.11.08

la tristeza que no se siente



esta mañana me levanté con la disposición de tener un día en que empezaría y terminaría cosas, como una persona normal. poco sabía yo que a poco esa disposición se convertiría en el cansancio y dejadez de una persona que se promete lo imposible y tiene que reajustar sus metas a los deseos foráneos de terceros cuerpos.

a media mañana empecé a caminar a paso cortos y despacio, no vaya a ser que me cayera y me rompiera la pierna, o peor, la cadera. me tenderían que haber llevado al hospital y me tendría que haber quedado en cama, conectado a una aguja que me suple nutrientes viscosos por la vena, por meses. y no quería eso, aunque ahora que lo escribo y lo releo me doy cuenta que no suena como tan mala idea.

últimamente tengo que hacer todo despacio porque siempre tengo miedo de algo. reconozco que la lentitud no es un arma protectora, pero me reconforta saber que me doy el tiempo necesario para pensar mi próxima acción, mi próximo aliento, más de mil veces. y así, desplazando mi posición lentamente por estos pasillos fríos de gente que no sonríe, empiezo a sentir la tristeza que no se siente.

la tristeza que no se siente no es un fenómeno exclusivamente mío, y mucho menos me lo inventé yo. es una mochila a tus espaldas llena de cosas que no quieres ver, y que a veces pesa y otras veces no. la transición es inesperada y casi digital; de no sentirla te pesa tanto en la espalda que se te salen las lágrimas, como un niño de escuela con su bulto lleno de libros.

cuando la tristeza que no se siente se siente, la misma se convierte en un bálsamo viscoso que te entra por la nariz y no te deja respirar. lo único que puedes hacer es encontrar una silla para poder recordar con algo de paz todas las cosas que no quieres recordar. cosas como la muerte de una abuela, el semi rechazo casi elegante de un padre, una carrera de post-graduación que ya no significa nada, la certeza de que tu vida te está pasando de lado y tu no haces nada. otras cosas que podrías recordar es, posiblemente, como los años sólo te hacen más inseguro, o como los otros días te tuviste que excusar para ir al baño y tirarte el papelón de lágrimas a solas. posiblemente también comiences a notar como estás bebiendo más que nunca recientemente, o cómo hace dos meses alguien te preguntó cómo eran tus amigos y titubeaste por un segundo, puesto que no recordabas tenerlos en primer lugar.

en la tierra dónde quise patriarme, si es que eso es una palabra, y que hace poco me di cuenta de que jamás voy a ser parte, está comenzando a hacer frío. a veces se me queda la ventana abierta y a mitad de la noche uno de los perros me lame los dedos para que le cierre. y me levanto, y me quedo mirando hacia la calle, y se me pasma el sueño. en el insomnio no puedo evitar preguntarme cuándo y dónde fue que las cosas empezaron a ir tan mal, cuándo y dónde descubrí que nunca me recupero de nada y que vivo mi vida cargando con los recuerdos tristes, pero nunca con los alegres. me pregunto cuando me convertí en este pusilánime negativo de una persona, que llora a las tres de la tarde sin falta, que está a punto de tirarse el papelón de la llorona, otra vez a solas, en el baño.

no hay peor soledad que la que se experimenta rodeado de gente. todo el mundo me llama para contarme de su vida, de su tristeza que no se siente, y siempre me toca ser el que hace un chiste, el que da un consejo, el que da el beso de buenas noches. y se que es mi culpa, porque yo soy el que se da ese rol, soy yo el que nunca llama y prefiere llorar a solas y beber después.

mi miedo más grande es que esto sea una de esas situaciones en que si llegas muy lejos no puedes regresar. y entonces terminaré mitad mi abuela, enclaustrada en un hospital siquiátrico con tristeza que no se quita, y mitad mi abuelo, alcohólico. el siquiatra me dijo que la primera parte de volver es perdonarme, pero la verdad es que se me está haciendo bastante difícil. si pudiera dejarlo todo lo haría, pero bien se (y también ustedes) que escapar es una de mis fantasías favoritas.

una fantasía nada más.